¿Por qué no lleva traje?

28 de febrero de 2025, Washington: El presidente de EEUU, Donald Trump, se reúne con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en presencia del vicepresidente de EE.UU., JD Vance, y del secretario de Estado, Marco Rubio, en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Foto: -/Ukrainian Presidency/dpa -

Joan Didion escribió en su magnífico ensayo On self-respect que el amor propio no tiene nada que ver con la aprobación de los demás (“a quienes, después de todo, se engaña con bastante facilidad”), ni tampoco con la reputación (“que es algo de lo que la gente con valor puede prescindir”). El amor propio, el respeto a uno mismo, tiene que ver con el carácter. 

Pensaba en esto después de ver uno de los momentos más surrealistas del encuentro entre Donald Trump y Volodímir Zelenski en la Casa Blanca el pasado viernes. Hablo del momento del traje. 

Pongámonos en situación. Un Despacho Oval hasta la bandera de periodistas, cámaras y micrófonos. Un encuentro que no se antoja fatal de primeras, pero sí tenso, considerando cómo se refirió Trump a Zelenski hace apenas unas semanas. Y dos preguntas planteadas por Brian Glenn, corresponsal en la Casa Blanca para Real America’s Voice, en torno al minuto 20 de la reuniónDos preguntas que marcaron el tono del resto de la conversación.

En la primera, dirigida a Trump, el corresponsal le extendió una alfombra roja para que este se echase flores a sí mismo. En la segunda, destinada a Zelenski, preguntó textualmente por qué este no llevaba traje. Según estimó Glenn, la pregunta más importante para hacerle a un presidente cuyo país lleva tres años en guerra es por qué se decanta siempre por la vestimenta caqui. “¿Siquiera tiene un traje?”, repreguntó con tono jocoso.

“Tenemos problemas”, contestó Zelenski a la pregunta sobre el traje. “Muchos americanos tienen problemas”, le replicó Glenn. “Me pondré un traje cuando esta guerra acabe”, zanjó el presidente de Ucrania, perdiendo visiblemente la paciencia. 

Todo lo que hubo entremedias y todo lo que vino después ya es historia. La mirada de estupor del presidente de Ucrania. La risa de la sala. La risa del vicepresidente J.D. Vance. La mirada cautelosa de Marco Rubio. La conmoción de quienes no habitan este ecosistema de reality TV. La sensación, conforme iban pasando los segundos, de que esta pregunta y las risas y la presencia de toda esa gente no era otra cosa que un pulso retransmitido en directo. Un pulso al que solo una parte sabía que acudía.

Volviendo a Didion, recordé su ensayo porque, aparte de todo lo que se dijo y de cómo se dijo, de todo lo que pasó a lo largo de este encuentro con la prensa y del lamentable desenlace, hubo una palabra que estuvo en boca de todos: el respeto. 

Glenn habló de respeto. J.D. Vance habló de respeto. Trump habló de respeto. Todos estuvieron de acuerdo en que este brillaba por su ausencia en la actitud del presidente de Ucrania. En sus formas y en su fondo; en la ropa que lleva desde hace tres años y en los agradecimientos que, según su parecer, no quiere extender.

El respeto a Estados Unidos y al pueblo americano. El respeto al presidente. Glenn llevó la cuestión del traje posteriormente a su cuenta de X, donde escribió que presentarse en la Casa Blanca, “vestido como lo hizo, refleja su falta de respeto interior no solo a nuestro país, sino también al Presidente y los ciudadanos estadounidenses que han hecho posible que Ucrania sobreviva tanto como lo ha hecho hasta este punto. (Financieramente hablando)”. No queda claro si esto fue escrito antes o después de convertir la cuestión de la vestimenta del presidente de Ucrania en una especie de eslogan (“Put on a suit. Brian Glenn said so”, repitió Glenn varias veces entre risas con sus contertulios en la cadena Real America’s Voice), pero no hace falta mucha gimnasia mental para ver la frivolidad en todo ello. Y también la absoluta falta de aquello que tan grandilocuentemente exigen los interlocutores estadounidenses: el respeto.

Porque todos estamos siendo partícipes del resultado de creer que la realidad es un espectáculo, un reality, una forma de entretenimiento para quienes están al otro lado de la pantalla. “Esto va a ser buena televisión”, concluyó Trump el encuentro con Zelenski, después de una reunión que fue estratégicamente desastrosa para Ucrania. 

Este es el resultado de frivolizar las conversaciones en torno a una realidad que, después ver unos pocos minutos del documental 20 días en Mariúpol, no se supone nada entretenida, sino más bien absolutamente terrorífica. 

Este es el resultado cuando se cree que estamos en el circo romano donde el pueblo jalea desde las gradas para que el emperador les ofrezca un espectáculo en tiempo real. Y este es el resultado cuando se tiene a los ciudadanos por una masa hambrienta de vasallaje y humillación. Sedienta de un sometimiento gratuito.

Sin embargo, cuando se actúa de esta forma, cuando se intenta humillar entre varios en la palestra mundial a una persona, recordando más a matones de patio de colegio que a políticos a los mandos de una de las principales potencias mundiales, lo que te falta no es el respeto del otro. Lo que te falta es respeto a ti mismo.

Un respeto que tiene que ver con el carácter, como dice Didion. Un respeto que tiene que ver con el valor. Con la valentía. Con no tener una brújula moral apuntando exclusivamente en la dirección del dinero. Un respeto que también tiene que ver con saber lo que es la magnanimidad, lo que es la nobleza y lo que es la justicia. 

No se puede dar lo que no se tiene. Sin respeto a uno mismo y, por ende, sin respeto a quien se tiene en frente, a quien necesita ayuda, ¿qué nos distingue a los humanos de las bestias?

Como breve apunte, para que Glenn se quede tranquilo, sabemos que Zelenski tiene un traje. Por lo menos, uno. Lo sabemos porque lo mostró cuando, pasado un año desde el inicio de la guerra, un periodista entró con una cámara en el búnker en el que, al menos por entonces, vivía el presidente de Ucrania. Una cámara que también grabó el armario en el que estaban colgadas perchas con vestimenta militar y una funda transparente con un traje. Zelenski lo sacó de su funda y se lo mostró al periodista. “Ahora no llevo trajes”, dijo el presidente. “Pronto ganaremos y pronto volveremos a llevar trajes”.

“¿Está este traje esperando nuestra victoria?”, preguntó el periodista Dmytro Komarov. “Así es”, confirmó Zelenski con una sonrisa. Es el traje de la victoria.


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