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Mostrando entradas de 2023

“El acento murciano es feo”: qué es la glotofobia y por qué debemos acabar con ella.

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La discriminación a causa del acento es el último prejuicio, sorprendentemente aceptado entre personas que se dicen abiertas de mente SABINA URRACA 18  oct  2022       “Hombre, a ver, el acento murciano es espantoso”. Lo dijo con total tranquilidad. Era el amigo del amigo de un amigo. En aquella fiesta en la que estábamos, decir algo similar sobre cualquier raza o nacionalidad habría sido inaceptable. Sin embargo, nadie decía nada ante lo que ese tipo había dicho. “¿Piensas eso de verdad?”, le pregunté. Quería saber si esa idea era genuinamente suya o la había plantado en él ese martilleo social que en los últimos años ha puesto su foco en Murcia como punto central de la mofa. “No es por nada”, contestó, “es porque es objetivamente feo”. No le rebatí nada porque había usado la palabra indiscutible: objetivamente.

¡Heteros, salid del armario!

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          Ayer tuve que hacer una guardia en una clase de 3º. Este grupo, tanto académicamente como de comportamiento, es bueno. Tienen sus rencillas entre ellos, pequeñas incomprensiones que para ellos es un mundo, pero no dejan de ser chiquilladas, que el tiempo lo más seguro curará. Como llegué un poco tarde, me encontré al grupo jugando a las cartas. Eran pocos, ya que los últimos días previos a las vacaciones de Navidad, sabidas las notas, muchos optan por pasear por parques y jardines, y no acercarse a dar clase.      Lo que vino después fue lo que motivó estas letras. Empezaron a realizar una representación teatral de una boda. Los novios, el padrino, el discurso del cura, la marcha nupcial, la procesión de entrada… el beso a la novia. Con la salvedad de que los novios eran novias. Todo normal hoy en día. Es una pareja de chicas que no esconden su amor y manifiestan su compromiso con caricias y besos abiertamente. Es tal el cúmulo de efusión amorosa que da un poco de pudor y ver

Del Rey León a Matilda: ¿por qué nos gustan tanto los musicales?

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16 DICIEMBRE, 2023 Foto: Aceprensa Más títulos, más espacios y más espectadores. Este es el balance del género musical en España y América Latina. Y eso que, si hubo un género que sufrió durante el covid-19, fue precisamente el musical. Durante muchos meses los teatros se cerraron a cal y canto y actores, músicos y coreógrafos abandonaron los escenarios temiendo por su futuro. Sin embargo, y paradójicamente, este parón actuó como un muelle y hoy, el público que ha abandonado las salas de cine es el que llena los teatros para ver cantar, bailar e interpretar a los artistas en directo. En España, este es un fenómeno nuevo, porque, hasta hace unos años, quien quería ver un musical se iba fuera: a Londres o a Broadway. Y eso porque quienes hacían musicales eran los anglosajones y en España no había mucha cultura. Lo más parecido era la zarzuela. El primer gran musical que llegó a Madrid, a la Gran Vía, fue  La bella y la bestia  en el año 1999, pero, sin duda, el título que marcó un hito y

La tiranía de los niños.

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Carta a un padre de un alumno del instituto:   ¡Amigo mío! ¿Qué es eso de que a ver si tiene que venir a tirarme de las orejas? ¿se da cuenta de que somos personas adultas, y que aquí no se admite la violencia física ni verbal? ¿no se da cuenta de que los niños mienten a veces? ¿no se da cuenta de que su hijo le ha mentido, y no le he puesto un dedo encima ni le he insultado? Lo que le ha dicho su hijo es absolutamente falso. Le he gritado, claro, y le he humillado delante de sus colegas, y eso no le ha gustado. Le he gritado, porque es un desobediente y un maleducado. Pero no es para que usted le siga la corriente, por el amor de Dios. Así usted lo está malcriando. Si le dejamos hacer lo que quiera, si no obedece a los profesores, nos va a despreciar, ya lo está haciendo, a la autoridad y a todos, y no va a haber nadie que lo arregle. Lo que no podemos los profesores es soportar a aquellos niñatos de 12 años que nos pierdan el respeto. “Estate quieto, para ya, deja de hablar, deja de

El profesor gris.

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  Esta es una historia basada en hechos reales:   Érase un profesor gris. Entraba cada día por la puerta del aula con la mirada perdida. Algunos alumnos le esperaban dentro, sentados en las mesas o tirándose papeles. Otros entraban corriendo y gritando desde el pasillo. El profesor se sentaba en su silla sin hacer ruido, con premura, como si quisiera empezar y acabar pronto. Comienza a hablar, y el escándalo de la clase pasa a ser murmullo, y casi silencio. Habla del tema que le ocupa, según su agenda semanal. Sabe qué tiene qué decir, y no oye lo que tiene alrededor. El grupo de alumnos lo ignora, igual que él ignora a sus alumnos. No hay comunicación, pero no se echa en falta. Los alumnos hablan entre ellos, en pequeños grupos. Unos escuchan música con el móvil, otros miran Instagram. No atienden. No toman nota. No escuchan. El profesor habla de manera monótona, sin altibajos, como un repiqueteo pesado de palabras que suena, pesado y rutinario. No llama la atención a ningún alumno, ¿

¿Es que nos tienes castigados?

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Nada más lejos. Pero creo que hay mejores maneras de acabar el año en el instituto, los últimos días de clase. Llega la Navidad . Cada cual la entiende a su manera. ¿Qué ambiente navideño queremos mostrar? ¿Chocolate, villancicos, caramelos, regalos, paz y amor? Me parece estupendo. La Navidad cada uno la vive en su casa como cree que hay que vivirla. ¿Y en el Instituto? El peso de las actividades musicales no debe recaer en mayor medida en el profesor de música, por más que tradicionalmente haya sido así. La víspera de Navidad es vivida de manera tradicional por todos, como nos enseñaron nuestros padres , y no queremos que esta tradición se pierda, pero no me parece justo que se busque al profesor de música o al de religión para realizar una actividad que por tradición es religiosa, y se justifiquen argumentos para echar la asignatura de religión de los centros educativos. Además, con la paradoja y el agravante de dar religión católica menos de un 10% del alumnado, teniendo un enorme

Profesores quemados: ni en todos los sitios igual, ni por las mismas razones

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FERNANDO RODRÍGUEZ-BORLADO           Varios informes recientes muestran una creciente desmotivación de los profesores. No obstante, cuando se compara por países, se observa que el nivel de frustración no es el mismo, que la antigüedad en el puesto importa, y que los motivos de descontento también difieren. Algunos se quejan, sobre todo, de las condiciones materiales de su labor, mientras que otros ponen el foco en cuestiones organizativas, pedagógicas o de indisciplina. Que hay muchos profesores quemados es un hecho. Que esta situación está recibiendo una especial atención mediática desde el parón por el covid, también. Cuál sea la relación entre ambos fenómenos no está tan claro: parece evidente que la pandemia exacerbó algunos problemas previos, pero también podría estar produciéndose un cierto efecto contagio: la multiplicación de las informaciones negativas sobre la salud mental de los docentes quizás favorezca una hipersensibilidad ante las circunstancias potencialmente estresante