Feliz Aniversario


Bodas de Oro Matrimoniales

Francisco y Pascuala Enero 2017

Toda una vida para sus hijos


A mis padres


Unas palabras


Si tuviéramos una memoria perfecta de todos los minutos y segundos de la vida de nuestros padres nos daríamos cuenta del desvelo constante que han tenido por nosotros. El torbellino de la vida casi no nos deja reflexionar sobre lo importante que habéis sido para nuestras vidas. Desde que empezamos a caminar hasta que nos marchamos de vuestro lado, nosotros hemos sido vuestra misión en la tierra. Igual que ahora nos toca a nosotros, vuestros hijos, desempeñar el papel que un día realizasteis, y a la vez nos damos cuenta del sacrificio y la abnegación por la que pasasteis, y muy orgullosos que estamos.

Y aquí junto a vosotros os mostramos nuestro amor y cariño, que de sobra habéis derramado hacia nosotros. Pocos matrimonios cumplen sus bodas de oro. O no se aguantan o no se entienden. Buscan una situación diferente, olvidando los años de familia, de crianza, que son, a mi entender, los más hermosos de la vida. Lo digo por propia experiencia, ya que el acompañamiento y la cercanía hacia la persona que se va haciendo, es algo tan maravilloso como increíble. Y es vuestro ejemplo de unidad lo que nos ha hecho fuertes. Gracias a vosotros hemos creído en la vida, y nos habéis puesto un modelo para imitar, manifestándonos con vuestro día a día que funciona.

A mi padre le digo gracias. Es la palabra que resume toda una vida contigo. Has sido para mí guía, maestro, tutor, consejero, padre. De pequeño no había que preocuparse por nada, porque el papá se encargaba. Qué infancia más feliz, en los pisos de la cooperativa, trayendo colecciones de cromos de álbumes completos regalados por los comerciales, traduciendo esta canción en inglés de los Beatles, delante de mis amigos, o componiendo carteles a mano anunciando un inminente concierto de piano de su hijo, o dejándome escribir a máquina en su despacho del "Ibáñez Martín" con su Olivetti de dos colores. Y las tardes de cosecha en "los manzanos" o de uva en "la Pinosa", los petardos y la hoguera en la cochera, las frecuentes visitas a la casa de los abuelos con las mariposas de plástico en la cortina del despacho, el tragabolas o la báscula, el armario de los carretes de hilo y las muñecas de la tía Emilia, las uvas pasas del terrao o el vino añejo del tonel de la bodega, la camarica con la nevera y los sobres de colores con la botella de soda del abuelo para hacernos un refresco. En los baños de Mula donde todos cabíamos metidos en una bañera gigante y nos contaste esa historia tan apasionante de que el hombre acababa de llegar a la luna; el viaje en coche por viña P hacia Alicante, apelotonados todos en la ventanilla en cada curva, y mamá diciendo que si no estábamos quietos se sacaba la zapatilla. En Santana en la casa de los de Albacete y tú, papá, con la correa en la mano dándonos en el culo, cuando media colonia de críos nos quitamos la ropa jugando a las prendas, o con el agua dentro de la casa y nosotros acostados en las camas; o en la casa del guarda jugando a indios y vaqueros con las espigas del esparto y dando francés a todos en el convento. Qué ilusión cuando fuimos al camping Cartagonova, poniendo tablas como colchones y usando martillos de madera para hincar los clavos. Y luego vino nuestra primera salida de casa, el campamento en los Narejos. Para recordarlo todo basta con leer tu diario, en el que día a día nos cuentas lo que pasa a tu alrededor, todo desde casi antes de que nacieras.

A mi madre le digo gracias. Por toda su vida entregada a la educación moral y humana de sus hijos. Por procurar despertar en ellos un futuro hermoso y generoso. Y un amor por su pueblo y por Santana. Y de eso ha dado ejemplo día a día. Sobre todo con el trabajo bien hecho. Hemos despertado todos los días durante más de diez años estando los cuatro en la misma habitación (porque Lina dormía en otra), hemos despertado oyendo el crujir de las persianas al enrollarse y con la musiquilla de fondo “Señor, que nos has hecho llegar al principio de este día, sálvanos hoy con tu poder...” sin faltar cada comida con “el Niño Jesús que nació en Belén ...” y rendidos por la noche hemos caído en brazos de Morfeo escuchando suavemente “Bendita sea tu pureza...”. Recuerdos imborrables en la biblioteca del convento, restaurando los cuadros y yo entretenido entre libros, pinceles y el cocodrilo. Los paseos por Jumilla pintando rincones del casco viejo; vistiendo la túnica de San Juan, y luego la de los esparteros. la emoción de asistir al prendimiento de la plaza arriba, el caracol de los armaos, los zompos del oficio que guardaba la yaya, el pernil cortado en la sierra, el agujero del serrín, la calle "la Labor". Las visitas a la abuela para comer fritillas , o mantecaos escondidos en el armario camuflado del comedor, o para jugar en el último piso con el acordeón o el gramófono del abuelo. Las chiquilladas que tuvo que torear, y las broncas del portero, en el piso de Jumilla con los saltos en el ascensor, la caja de leche arrastrada por todo el vestíbulo, los globos de agua desde la terraza, los palomos del cuarto trastero.

Qué rápido ha pasado todo. Después nos fuimos yendo de casa. Tenía que ser así. Pero estáis aquí con nosotros. Seguimos aprendiendo de vosotros, de vuestra unión. Papá con su "¿estás bien? Que no te preocupe nada". Mamá con su "quereros, hijos, quereros entre vosotros”.

Y es suficiente para marcar el camino, para saber lo que está bien, para saber lo que hay que hacer. Las bodas de oro es como esa parada en el camino y mirar atrás. Como cuando vas subiendo la montaña y miras hacia donde empezaste. Un punto en la lejanía. Y os decimos: ¡lo que hemos andado juntos! Y contemplamos el hermoso paisaje de vuestra vida. Y... a seguir adelante, hasta donde Dios quiera. Ahora nos ponemos metas pequeñas, porque el camino ya se pone un poco pesado. Jornadas breves, para recuperarse y volver a la faena. La vida cotidiana que santificáis cada día y que nos marcáis como senda segura de felicidad.

Francis.

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