El cerebro musical.




En la década de los noventa, Nature publicó un estudio a raíz del cual se popularizó el denominado “efecto Mozart”. Desde entonces se empezó a escuchar al genio de Salzburgo en hogares de todo el mundo para estimular a los recién nacidos. Pero resulta que Frances H. Rauscher, la autora del estudio, no hacía referencia a ese efecto en su trabajo, en el que, además, solo participaban 36 adultos.

Michel Rochon recurre a este ejemplo para explicar que todo lo que tiene que ver con la música siempre fascina al ser humano. El problema surge cuando los estudios se interpretan interesadamente o se asumen como científicas conclusiones que no son tales.

El cerebro musical disecciona el oído humano al tiempo que profundiza en el sentido que ha tenido la música para el homo sapiens a lo largo de la historia de la humanidad, desde las civilizaciones ancestrales hasta la aparición de la inteligencia artificial. ¿Por qué una pieza musical nos conmueve de un modo especial? Es una de las preguntas que busca responder este libro, y su hipótesis es que la dopamina segregada por nuestro cerebro es la clave. En este sentido, Rochon, con un enfoque materialista, deja a un lado la capacidad poética o trascendente que la música proporciona al ser humano. Con todo, el ensayo tiene enorme interés porque aporta una serie de conocimientos relevantes y sugerentes.

Así, Rochon subraya los efectos positivos experimentados por algunos enfermos tras la aplicación de terapias musicales. Afirma que escuchar música activa varias partes del cerebro y recuerda que el difunto neurólogo Oliver Sacks vio en ello una oportunidad para tratar la enfermedad de Alzheimer.

En cualquier caso, sobre el poder transformador de la música, Rochon señala los beneficios que depara aprender a tocar un instrumento, y no solo escuchar las notas que produce. Tocar el piano, por ejemplo, mejora la integración de las habilidades sensoriales y motoras, así como de las funciones superiores de atención, cognición y memoria. Rochon defiende así que el cerebro humano en efecto se transforma a través del hábito musical, especialmente en los más jóvenes, gracias a su plasticidad, con efectos claros en la inteligencia verbal y en un mayor rendimiento académico.

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