Verano 2021 Familia Tomás Ilina
Salimos el 27 de julio, martes, cumpleaños de Fran, hacia Valencia. Llegamos al hotel Rooms Ciencias, situado muy cerca del Oceanográfico. Después de compulsar los documentos en la Universidad Internacional de Valencia, nos fuimos a comer a un restaurante Japonés, Kaede, situado en la avenida Instituto obrero de Valencia, al lado de nuestro hotel. Dedicamos toda la tarde para visitar el Oceanográfico. Cómo nos gustaron las belugas y el espectáculo de los delfines. Vimos cine 4D sobre tipos de tiburones, cada cual más peligroso. Hubo efectos especiales, y sentíamos en los pies agua, en la espalda masaje y aire imitando el viento. Además, soltaron pompas de jabón. Nos encantaron los pingüinos, las rayas, las tortugas y los flamencos. Visitamos además el Museo de la Ciencia, con cantidad de experimentos sobre el sonido, el calor, y los avances en el mundo de la exploración a Marte.
El miércoles 28 tomamos rumbo a Port Aventura. Nos hospedamos en el Hotel Gold River, que era una preciosidad de establecimiento al estilo del lejano oeste. Lo que quedaba de día lo dedicamos a pasear por las instalaciones. No nos quedaba tiempo para más, por lo que para el día siguiente lo dedicaríamos a montarnos en las atracciones del parque. En todas había que hacer cola. Hasta nos alegrábamos de que solo fueran de 40 minutos, porque algunas eran de más de hora y media. Los escenarios estaban muy bien ambientados, con un derroche de imaginación, de tal forma que parecía que estabas en otro mundo, en el que se representaba, con sus esculturas, figuras de madera, de piedra, su hilo musical por cada rincón, y todo sin faltar detalle.
Nos gustó mucho Ferrari Land, que es otro parque contiguo a Port Aventura, y dedicado a la escudería Ferrari. Los decorados eran monumentos de Italia, como el Coliseo de Roma, el teatro de la Scala de Milán o la plaza de san Marcos de Venecia. Por no decir de la exposición de los últimos actuales coches de Fórmula 1 reales que había. La atracción más extrema fue Red Force, el acelerador vertical: te pones a 180 km/h. en 5 segundos. También nos gustó Flying Dreams, que era un simulador de vuelo sobre lugares emblemáticos del mundo, acompañando a un Ferrari. También montamos en una de las Thrill Towers, la torre de caída libre.
En Port Aventura recorrimos todos los escenarios, desde el Far West, con el tren Stampida como atracción estrella, y otros más suaves como el Carrusel, otro tren más pequeño, el Tomahawk, el Silver River Flume, que eran canoas sobre agua. También subimos a los rápidos del Gran Cañón y al Volpaiute, que se levantaba mientras giraba.
En el escenario de China subimos al Shambala, de vértigo y el Dragon Khan, incluso con loopings. El Angkor fue muy divertido porque eran barcas donde disparabas chorros de agua a otras barcas, pasando por decorados de selva vietnamita.
En México subimos al Tren de la mina y al Hurakan Condor, que era otra torre de caída libre. La zona de los más pequeños era Sésamo Aventura, y era muy divertida. Pasamos por Street Mission, que, a pesar de aguantar una desesperante cola, no nos defraudó. Consistía en ayudar al detective Coco a buscar las cokies que habían desaparecido. Montando en un vehículo con pistolas láser había que ir disparando a las dianas de realidad virtual mientras avanzábamos por la historia que nos contaban. En la última sala se olía a galletas cookies.
El paseo por todo el parque montados en el tren fue muy agradable, y vimos varios espectáculos. Uno era de contorsionismo en la selva mejicana con los exploradores, serpientes y aztecas. Otros eran los personajes de Barrio Sésamo cantando y bailando.
En el escenario de Polinesia subimos al Tutuki Splash, donde estuvimos parados por avería técnica y nos regalaron otro viaje con pase Express. Aquí nos calamos de la cabeza a los pies. El Kontiki era un barco que se balanceaba a gran altura.
En Mediterrània disfrutamos varias veces en Furius Baco, sobre todo por la noche porque alargaban esta zona del parque hasta las 23:00 horas, y solo tenía 20 minutos de cola. Era una montaña rusa súper rápida que hacía varios loopings vertiginosos. Por la noche, además, desde el lago se lanzaban fuentes y chorros de agua de colores. Era un espectáculo precioso.
También aprovechamos la piscina, que nos sentaba de maravilla después de pasar tantas horas de pie. Es de destacar la calidad del buffet del desayuno y la cena, aunque nos metían un poco de prisa para que desalojáramos el comedor, para que entrase el siguiente turno.
El viernes 30 nos dirigimos a Morillo de Tou, un pueblo restaurado del pirineo aragonés. Visitamos Aínsa, un pueblo precioso, medieval, su castillo, perfectamente conservado en su parte antigua. Visitamos Jaca, con su Ciudadela, construida por Felipe II, y vimos los ciervos. Visitamos la catedral y el mercadillo de instrumentos tradicionales. Aunque el momento estrella fue el descenso en la tirolina extrema más alta y más larga de Europa, en la Hoz de Jaca. Un kilómetro de caída a 90 km/h a una altura de más de 150 metros. ¡Alucinante! Comimos en Biescas.
Al día siguiente, día 1 domingo, fuimos al Valle de Ordesa. Primero una hora en coche hasta Torla, y desde allí montamos en autobús hasta Ordesa. Después, nos metimos entre pecho y espalda 19 kilómetros andando, pero mereció la pena. Esto sí que era una atracción extrema, no como las de Port Aventura. Pasamos por un hayedo centenario, por las Gradas de Soaso (caídas de agua y cascadas), el ruido del río constante a lo largo de todo el camino, por un valle formado por un circo glaciar, hasta que llegamos a la Cola de Caballo. Fue una ruta de naturaleza pura en el pirineo aragonés. Nos llevamos bañador, pero el día estaba nublado, perfecto para caminar, pero para bañarse mejor otro día. A nuestro regreso solo queríamos sentarnos y en el bar de la Pradera de Ordesa nos zampamos unos bocatas de lomo y una pizza que supieron a gloria.
Ya en Morillo, fue muy entretenido el bingo por la noche organizado por el equipo de animación.
Día 2 de agosto, lunes. Vuelta por Torreciudad y Zaragoza. Unas tapas en el Tubo (zona de tapas de Zaragoza), visita a la Pilarica, y vuelta a casa. En el camino tuvimos tormenta de granizo (menos mal que fue de pocos minutos) y vista del arcoíris espectacular.
¡Hasta la próxima!
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