Nuevas series en Netflix
Desde hace semanas, Netflix lleva utilizando artillería publicitaria pesada para anunciar su segunda serie española de producción propia. Es tal el despliegue y la confianza de la plataforma en su producto que ya están rodando la segunda temporada… sin haberse estrenado la primera.
Y se entiende esta
confianza. La serie está firmada por Carlos Montero y Darío Madrona, creadores
de Física o Química y Los protegidos, respectivamente, y
está dirigida por Ramón Salazar (guionista de 3 metros sobre el cielo) y Dani de
Élite cuenta el
asesinato de una estudiante en la fiesta de graduación de un prestigioso y
megapijo instituto donde han entrado tres chicos de clase social más baja. A lo
largo de los ocho primeros capítulos de la primera temporada, la serie va
analizando a los diferentes personajes y las posibles motivaciones de cada uno
para terminar con la vida de la carismática Marina. Como se ve por la sinopsis,
la trama es bastante convencional, como lo son los diferentes personajes,
dibujados con rasgos bastante arquetípicos. Por una parte, están los niños
pijos, guapos, ricos, insolentes y –con algunos matices– bastante
insoportables. Están también los chavales de condición más humilde, personajes
escritos con algo más de profundidad, tipos –en general– con más carácter y que
tendrán que sufrir en sus carnes el clasismo de sus compañeros y los
prejuicios. Aunque, todo hay que decirlo, y esto en descargo de la serie, pese
a que no deje de ser también bastante convencional, cada personaje –unos más
que otros– irá cambiando en sus percepciones hacia los diferentes grupos
sociales.
Buena carcasa y poca sustancia
Desde el primer capítulo, la serie plantea su gran baza
argumental de fondo: un llamamiento a evitar la discriminación por motivos no
solo de “clase”, sino de raza, sexo o salud. Para poder abordar estos temas, la
historia añade, además de chicos de condición humilde, estudiantes musulmanes,
homosexuales y bisexuales y –esto es lo más novedoso– uno seropositivo.
La gran baza argumental de fondo es un
llamamiento a evitar la discriminación por motivos no solo de “clase”, sino de
raza, sexo o salud
El problema es que todos estos conflictos se abordan desde un
simplismo y una corrección política acrítica un tanto sonrojante. Se podría
decir que no llegan ni siquiera a ser conflictos y, en ese sentido, tiene un
poco más de calado la trama de corrupción política que recorre algunos
capítulos. Una trama más adulta y que, al menos, da para que aparezca por la
pantalla algo parecido a un villano. El resto de los temas se resuelven a base
de eslogan, buenismo y mucha ideología.
Por otra parte, como
ya pasaba en Física o Química,
una serie duramente criticada por padres y profesores, algunas de las cuestiones
que se presentan en los diferentes capítulos resultan no solo poco apropiadas
para el público adolescente, sino directamente poco creíbles. De hecho, se
vuelve a apostar por actores veinteañeros para interpretar a adolescentes y
sortear las dificultades de rodar con menores de edad según y qué temáticas.
En ese sentido, la frivolidad con la que se aborda la iniciación
en el mundo de las drogas es llamativa, aunque se intente paliar con la
presencia de un personaje adicto y otro seropositivos, pero que, al menos en la
primera temporada, apenas interactúan con los recién iniciados. También llama
la atención la fuerte y explícita presencia de sexo en la serie a través de
conductas heredadas de la pornografía y prácticas, también, poco adolescentes.
En cuanto a la
calidad narrativa de la serie, el simplismo temático se contagia a la historia.
El misterio del asesino tiene poco fuelle y su resolución resulta
decepcionante: de ahí que se tenga que hacer hincapié en algunas tramas
paralelas que acaban teniendo algo más de interés. Al final hablamos de un
supuesto thriller de
misterio que termina siendo una serie de líos estudiantiles (la referencia
a Gossip Girl es casi inevitable).
Algunas de las cuestiones que se presentan
resultan no solo poco apropiadas para el público adolescente, sino directamente
poco creíbles
En lo que sí destaca
la serie es en una cuidada producción y algunas buenas interpretaciones de un
elenco que ya se ha fogueado en otras producciones. De hecho, parte del gancho
de Élite es que
conocemos a sus actores por La casa
de papel o Las chicas del
cable, series de indudable tirón. En definitivamente, una gran
campaña publicitaria para una serie decididamente menor.
Ana Sánchez de
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