Musicoterapia, la nueva medicina
La música impacta de forma directa en nuestras emociones, mejora el rendimiento deportivo, previene la inflamación crónica generada por el estrés y actúa a distintos niveles en la mejora de las enfermedades. Muchos trabajos avalan sus resultados a nivel científico. Una nueva terapia en auge, con importantes beneficios.
Yolanda Meije | Doctora
El Hospital de Barcelona dispone de un programa de musicoterapia para pacientes ingresados en colaboración con el Máster en Musicoterapia de la Universidad de Barcelona.
El gran filósofo griego Platón decía que la música insufla alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas.
La música es ese lenguaje universal que traspasa fronteras, pero que, además, y como si de magia se tratara, impacta como flecha directa en nuestras emociones. La música estimula la mente, calma la ansiedad y mejora el estado de ánimo. De hecho, los primeros escritos sobre la influencia de la música en el cuerpo humano aparecieron en los papiros egipcios (1500 a. C.), en los que se describía la música como un agente capaz de curar el cuerpo, calmar la mente y purificar el alma.
Todos sentimos el poder de la música en nuestras vidas, esa pieza que nos impulsa a levantarnos por la mañana, aquella canción que nos evoca una época pasada o la que nos hace superar un amor no correspondido. Ya desde recién nacidos, a los niños se les cantan canciones de cuna para que se sientan bien. El poder de la música es conocido por todos; sin embargo, esto ya no es solo una apreciación subjetiva, y muchos trabajos avalan, de forma clara y científicamente demostrada, que la música es beneficiosa a múltiples niveles. Investigaciones sobre neuroimagen funcional y electroencefalografía han demostrado que la música activa más partes de la mente que ningún otro estímulo, y que puede modular la actividad en prácticamente todas las estructuras cerebrales.
El que atletas de alto rendimiento usen la música en sus entrenamientos, no es solo una forma de motivación, la música ha demostrado que ayuda en el deporte a aumentar la resistencia y alcanzar récords históricos. Imágenes de deportistas, como la de Michael Phelps con los auriculares escuchando música justo antes de lanzarse a la piscina para competir, son ya habituales. Y es que, escuchar música mientras hacemos deporte, puede ayudar a “confundir” nuestro cerebro y anular las constantes señales de fatiga. Los ciclistas que escuchan música requieren un 7% menos de oxígeno para hacer el mismo entrenamiento que los ciclistas que lo hacen en silencio. Haile Gebrselassie, doble campeón olímpico de los 10.000 metros y doblemente plusmarquista mundial de maratón, ha reiterado varias veces que la música le da el ritmo que encaja perfectamente con el que necesita para alcanzar su ritmo récord.
Una medicina que no es nueva
La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud como un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no simplemente como la ausencia de enfermedad. Por ello, la música también ha llegado a la medicina. El origen de la terapia musical en los hospitales empezó durante la Segunda Guerra Mundial. Los voluntarios acudían a los hospitales a tocar y cantar, y los médicos y enfermeras comenzaron a notar cambios importantes en los pacientes. Thomas Edison ya avanzó que el doctor del futuro no daría tantas medicinas, sino que interesaría a sus pacientes en el cuidado de la estructura humana y también en la causa y prevención de la enfermedad. Mucho se ha avanzado en medicina y tratamientos, pero no podemos olvidar que no solo somos un cuerpo y que la mente también debe cuidarse. La musicoterapia es una disciplina que utiliza la música con una finalidad preventiva y terapéutica.
‘El efecto Mozart’ y la evidencia científica
En el área de la musicoterapia, la literatura científica está también creciendo de forma exponencial. Muchos artículos revelan que la música influye en el sistema inmune, en los receptores del dolor, en la angustia emocional, en la frecuencia cardíaca o respiratoria, en la presión arterial y en la inflamación crónica generada por el estrés. Uno de los primeros trabajos sobre este tema, y que abrió la puerta a toda la investigación de la que actualmente disponemos, es el estudio conocido como El efecto Mozart. En 1993, Rauscher, médico neurólogo de California y sus colaboradores, hicieron la sorprendente afirmación de que tras escuchar “Sonata para dos pianos K448” de Mozart, durante diez minutos, los pacientes mostraban habilidades de razonamiento significativamente mejores que las del grupo control.
Desde estos primeros estudios, un conjunto emergente de literatura aborda intervenciones musicales basadas en la evidencia a través de experimentos científicos. El estilo de trabajo armónico de J. S. Bach en las versiones en modo mayor indicó un aumento significativo de los niveles de inmunoglobulina A (primera línea defensiva contra las infecciones bacteriana y víricas). Por este motivo, la pieza “Magnificat en do mayor BWV 243” de J. S. Bach también se ha utilizado para mejorar la respuesta inmunológica de pacientes con neumonía, a los que se les recomendaba escucharla treinta minutos, durante tres días consecutivos.
Escuchemos, por tanto, más música en nuestra vida, entrenemos con música y pongámonos la melodía que más nos relaje o motive cuando enfermemos. Imaginemos nuestras neuronas y linfocitos a ritmo de Mozart, Vivaldi o Debussy. Disfrutemos de un acto sencillo como es el de escuchar música, pero lleno de increíbles beneficios difíciles de cuantificar.
Dra. Yolanda Meije
Jefa del Servicio de Medicina Interna y Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Barcelona.
Yolanda Meije se ha doctorado en Medicina y Cirugía y tiene un Máster en Enfermedades Infecciosas. Ha sido investigadora en el Massachusetts General Hospital de Boston (EEUU). Ha trabajado en el Hospital 12 de Octubre, el Hospital Ramón y Cajal y el Hospital Vall d’Hebron.
Comentarios
Publicar un comentario