Ultraortodoxos.




Pensaba en lo exigente que es el Islam con sus fieles. Creía que no se podía superar tanta rigurosidad de normas, horarios, rezos, discriminación a la mujer y religiosidad en cada resquicio de la vida. Pero ayer vi un reportaje sobre los ortodoxos judíos o jaredím (temerosos de Dios). Y me di cuenta de que se puede superar. No pensaba que todavía había algún aspecto de la religión judía que desconocía. Imposible no quedarse indignado.

El modo de vida de los judíos ultraortodoxos no ha cambiado desde el siglo XIX. Llevan las normas de la Torah hasta el máximo de cumplimiento. Algunas anécdotas. No ven la televisión, no tienen Internet, sólo escuchan música religiosa. El rabino es el que decide cuándo te puedes sacar el carnet de conducir. “Ven al año que viene y trataremos el tema”. Y esto sin razones. El rabino sabrá. El rabino decide si puedes usar teléfono móvil. Y con el permiso, debes usar aplicaciones validadas por el rabino. Otra anécdota. Las mujeres son las que trabajan. Los hombres se dedican al estudio de la Torá, y no trabajan. Las mujeres pueden usar peluca en lugar de velo. ¡Qué curioso! Incluso mujeres con pelo se ponen más pelo encima. ¿Raro, no?



Y luego surge el tema del Sabbath, que no se puede trabajar. Se cambia en casa la luz eléctrica y se genera por batería. El viernes por la tarde pasan cerrando tiendas por el barrio al toque de corneta, imponiendo sus creencias. Sabbath kadesh! (¡sábado sagrado!). ¿Y si no obedecen? Pues viene una multitud de ultraortodoxos con piedras y cubos de agua, gritando y rompiéndolo todo. Así que cierran por miedo.

Israel es un estado democrático, pero la influencia de los ultraortodoxos es cada vez mayor. Éstos no quieren democracia, no quieren al estado de Israel. La religión maneja todo, y pretenden un estado teocrático. Quieren formar parte de Palestina, y devolver Palestina a los palestinos. Quieren seguir en la diáspora esperando al Mesías.


El reportaje recoge también testimonios de ultraortodoxos que no han aguantado y lo han dejado. Uno de ellos comenta cómo fue su noche de bodas, siendo todavía ultraortodoxo. Estaba con una mujer que no quería, que no conocía. A oscuras, sin caricias, sin besos. Desnudos, uno al lado del otro, a esperar que pase algo. El hombre en esta situación no hace nada. Solo es la mujer la que se coloca encima y se aparea. Nada de manifestaciones de cariño. Y públicamente menos.

Luego ves a este joven, huido de esta sociedad que lo ha repudiado, sin saber qué ropa elegir para ponerse, porque toda su vida ha vestido de blanco y negro.


Forman un gheto dentro de cada ciudad de Israel, sobre todo en Jerusalén, el barrio de  Mea Shearím. La comentarista habla de que el enemigo de Israel está alrededor de sus fronteras, pero también está dentro. Imagino que es una vida sin libertad, en blanco y negro.

Ultraortodoxos.

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