Respeten el sueño de los vecinos



Nos hemos puesto a cambiar la ubicación de la cama porque hemos empezado la temporada durmiendo mal. He contado todas las horas de todas las noches desde el 1 de septiembre.

A las 11, gritos y risas juveniles desde el centro del jardín que tenemos enfrente.

A las 12 perros corriendo y ladrando, y muchos vehículos pasando por la calle (en lugar de paseo de las acacias habría que llamarla Gran Vía.

Hasta la 1, el vecino de arriba o de abajo charlando distendidamente (sin ningún reparo en que molesta el sueño del vecino de arriba o de abajo) en el balcón.

Sobre las 2 otra vez gritos, esta vez un “¡alto ahí!”, como de un policía persiguiendo a alguien.

A las 3 un motorista con el tubo de escape trucado haciendo carreras, hasta tal punto que parecía que la meta iba a ser mi dormitorio.

Sobre las 4 los aspersores del césped y el camión de la basura.

A las 5 suena el móvil puesto en vibración del vecino de abajo (que parece que madruga para trabajar en el campo), y como esta vibración se transmite por la estructura de hormigón que da gusto, pues lo noto como si fuera mi propio móvil. Lo malo es que después de 6 tonos de vibración, el dueño lo para ¡y sigue durmiendo! hasta se vuelve a saltar a las 5:10, y lo mismo, y las 5:20 y lo mismo, y lo corta, y sigue durmiendo, y las 5:40, y lo corta. ¡Por favor, levántate ya! Esta es la razón por la que hemos colocado la cama pegando a la otra pared, para ver si la vibración del móvil del vecino llega menos, aunque lo dudo, el sonido tiene esa, que se transmite más rápido y mejor por materiales más densos.

A las 6 el despertador del otro vecino, esta vez de tono, que se oye pero menos, y a las 7:00 que me levanto yo porque no puedo más, con un humor de mil demonios. Sabiendo que ese plan se va a repetir cada noche hasta que llegue el invierno, con tráfico denso en la avenida de las acacias o, se me ocurre, avenida del trabajo. ¡A empezar el día!

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