El mejor remedio contra la tristeza.
Bailar tiene más beneficios para la salud que aquellos físicos provocados por el movimiento. Es una activad que mejora el estado de ánimo y practicarla, en solitario o acompañado, contribuye a activar las hormonas de la felicidad.
Ona Falcó | Periodista
Existen múltiples factores que pueden desequilibrar el estado de ánimo y provocar desmotivación y apatía, como la aparición de una enfermedad, el estrés laboral, los problemas económicos... pero, afortunadamente, también hay innumerables actividades y ejercicios que pueden ayudar a sobrellevar los baches e influir de forma positiva en nuestro nivel de felicidad y entusiasmo. Entre ellas destaca el baile, una actividad que, además de quemar calorías por el propio ejercicio aeróbico que conlleva, contribuye a reducir el estrés, la ansiedad y el dolor crónico, y su práctica permite al cerebro desconectar.
No es necesario ser un bailarín experto, tan solo requiere dejarse llevar, hacer caso omiso de lo que puedan pensar otras personas y moverse al ritmo de la música. Bailar activa la producción de endorfinas, más conocidas como “las hormonas de la felicidad”, y contribuye a la regulación de los niveles de dopamina y serotonina, neurotransmisores muy conectados con el placer y con el control de las emociones, respectivamente.
Aunque podamos generar pensamientos intrusivos —vergüenza, tristeza, inquietud— a la hora de bailar, lo más importante es disfrutar del momento, ya sea solo o acompañado, en una fiesta o en el medio del comedor o la cocina. No hay un lugar ni un momento perfecto para sacar a relucir nuestros pasos más destacados. De hecho, se ha demostrado que a medida que avanza una canción y empezamos a movernos, ganamos confianza, se incrementa la sensación de autoestima y aumentan los niveles de energía, lo que mejora, a su vez, el rendimiento, el humor y la salud física y mental.
Cabe destacar, además, que esta disciplina no tiene edad. A pesar de no poder ejecutar movimientos tan rápidos y bruscos, las personas mayores deben seguir bailando, puesto que ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y fortalece los músculos y las articulaciones. Asimismo, el hecho de recordar pasos, improvisar o estar pendiente constantemente del ritmo, obliga a la memoria a trabajar, mejora la capacidad de concentración, desarrolla la agudeza mental y rebaja el riesgo a padecer enfermedades como el alzhéimer y ralentiza su evolución. Un estudio que avala este beneficio es el que llevó a cabo la Escuela Albert Einstein de Medicina de Nueva York, que demostró que bailar asiduamente reduce hasta un 76% las posibilidades de desarrollar demencia senil.
La danzaterapia
En el caso de sufrir un problema más grave se puede recurrir a la danzaterapia o la terapia de movimiento, es decir, “el uso psicoterapéutico del movimiento para promover la integración emocional, social, cognitiva y física del individuo”, tal y como la describe la American Dance Therapy Association (ADTA).
Según un estudio reciente desarrollado por el equipo del Departamento de Terapias de Artes Creativas de la Universidad de Drexel (Filadelfia), las personas que experimentaban esquizofrenia y se prestaban a este tipo de terapias de danza notaban una disminución en síntomas como las alucinaciones auditivas, la paranoia y los pensamientos delirantes, además de incrementar su expresión emocional y atenuar el sentimiento de angustia.
El baile es una de las muchísimas vías que utilizamos para expresarnos y conocernos, pero también para comunicarnos y relacionarnos con el mundo exterior. De este modo es más sencillo reflejar y expresar, de forma no verbal, los sentimientos y las preocupaciones.
Zumba: entrenamiento, diversión y equilibrio
El universo de la danza es extremadamente diverso y no todo el mundo tiene los mismos gustos o habilidades. Uno de los bailes que ha ganado más popularidad en los últimos años es la zumba, una actividad que fusiona entretenimiento y deporte. Nació a principios de la década de los noventa en Colombia, cuándo un instructor fitness, Alberto Beto Pérez, olvidó traer su música habitual de gimnasio y decidió sustituirla por unos CD que guardaba en el coche. La combinación de ejercicios aeróbicos y ritmos latinos no dejó a nadie indiferente. A partir de los 2000, la zumba se viralizó en otros lugares del mundo, llegando hasta el día de hoy.
Múltiples estudios han demostrado sus grandes beneficios a nivel físico, pero científicos del Instituto de Ejercicio y Ciencias de la Salud de la Universidad de Basel, Suiza, revelaron que, tras ocho semanas practicando zumba, la calidad de vida de un grupo de mujeres aumentó un 9% y su autoestima un 16%. Por otro lado, también demostraron que los característicos movimientos de oscilación de cadera y de giro de estómago ayudan a ganar fuerza en la zona del tronco y mejoran el equilibrio de mujeres mayores con sobrepeso.
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