Nacho Cano: “Decir la verdad siempre es posible”


Fotos: Producción de Malinche, el musical

 

Nacho Cano (Madrid, 1963) es música hispana universal con asiento en el podio de los hits desde los ochenta. Aunque sus letras y sus guitarras ya sonaban en los setenta en el Madrid de los colegios mayores y de la ingenua televisión, el foco le brilla en la cara desde que en 1981 se convirtió en icono del pop español, junto a Ana Torroja y José María Cano, las tres naturalezas del mismo Mecano.

La banda sonora de una generación vibra aún en muchas biografías, y eso que la leyenda se puso en modo mute aquel 7 de septiembre de 1992, cuando estábamos de Exposición Universal de Sevilla, de Juegos Olímpicos de Barcelona, y de quingentésimo aniversario de la llegada Cristóbal Colón a América en su aventura de descubrimiento.

Nacho Cano siempre ha tenido mucho de descubridor, de olímpico de la audacia y de exponente universal. Y todo eso está en Malinche, el espectáculo musical que ha traído la selva, las pirámides, México-lindo y el flamenco en su punto hasta el recinto ferial de IFEMA, en Madrid. Aquí, dice él, el espectador “va a sentir lo que sentían las aztecas, lo que sentían los españoles, cómo todo aquello se acabó fusionando y celebrando que México existe como una nación colorista y maravillosa”.

Con buenos inversores a sus espaldas, porque Cano tiene prestigio. Con mucha gente “apostando por la excelencia y la emoción”. Con ese tono pop de un Colón rockero que está seguro de que nadie del patio de butacas “envidiará nada de ningún musical de Broadway”.

Sin miedo a las curvas: “Desde el primer momento mi carrera ha estado en el riesgo y me ha ido bien”. Y sin ningún temor a la cancelación de lo políticamente correcto, porque él hace musicales, no tesis doctorales sobre reinterpretaciones de la Historia.

El letrista de Hoy no me puedo levantar pervive Entre el cielo y el suelo. Aquí está, taconeando sobre las tablas XXL entre tacos, cactus, tópicos, prejuicios, retoques –ha pulido del guion cualquier referencia que pudiera resultar ofensiva– y su optimista provocación. Este escenario es un puente y un mar de oportunidades humanas de conexión. En su brazo, Malinche lleva tatuado en tinta sin complejos: “Por nuestra reina, la bandera y Jesucristo Nuestro Señor”.

No ha sido fácil esta conversación. No ha habido tiempo para explayarse en playa canalla. Un bote de aire. Hiperventila el remero. Habla en dosis concisas el poeta de No controles, con alergia al primer plano. Incluso en las fotos es de plural mayestático.

— Malinche: doce años de trabajo, 150 profesionales, música, historia, cultura, mestizaje, puentes, calidad, arte, un bocado de Madrid a Broadway, México, un abrazo hispano, 12 millones de inversión, audacia, disfrute…

— Malinche es la expresión sobre el escenario de doce años de trabajo, de ilusión, de profesionalidad y de entusiasmo. Han sido doce años intensos en los que se han ido sumando al proyecto muchos amigos, sin los cuales este espectáculo no habría sido posible.

“En ‘Malinche’ mi prioridad ha sido cantar al mundo la belleza de las cosas buenas de las que somos capaces cuando queremos”

— ¿Cómo está siendo este viaje al que has dedicado ya más tiempo que todos los años de vida de Mecano?

— Está siendo una aventura muy bonita. El público acude cada semana a ver el musical y está aplaudiendo con pasión. Para mí, esa es la mejor recompensa.

— En la presentación del musical dejaste claro que la historia que relatas en Malinche “es mi visión de la jugada” y que “para nosotros no hay buenos ni malos, todos en esta historia son buenos. Vamos al alma de los personajes y queremos salir siendo mejores personas, nosotros y los que lo ven”.

— Evidentemente, la historia del mundo y de la vida es la suma de relatos de un sinfín de conquistas, y todas ellas traen cosas negativas y positivas. Yo, en este caso, he preferido subrayar las grandes aportaciones del mestizaje. No creo que sea ni justo ni bueno juzgar lo que pasó hace 500 años, entre otras cosas, porque nosotros no pudimos estar presentes. Aquello sucedió y hoy no nos corresponde sentenciar quiénes eran los buenos y los malos, o, al menos, no podemos hacerlo sin situarnos en las circunstancias del contexto.

Muchas veces me hago esta pregunta: ¿Qué dirán de nosotros dentro de 500 años cuando se analice, por ejemplo, lo que está sucediendo en Ucrania mientras el mundo no hace nada? Con nuestros actos, y sin juzgar la intención, a veces destrozamos el planeta. En una historia musical como Malinche mi prioridad ha sido cantar al mundo la belleza de las cosas buenas de las que somos capaces cuando queremos.

— Hay personas, ambientes, capillitas, senados de lo políticamente correcto, y gente sacudida por la inercia, que están acostumbrados a arremeter contra lo bueno o tachar de buenismo-conspiración cualquier puente entre mundos y maneras de pensar. Son personas que, si no ven batalla, sangre y dogma, se rebelan con una vehemencia desmedida.

— Yo creo en las acciones y las personas, no en las siglas, ni en las ideas enlatadas, ni en los prejuicios. Respeto a la gente que piensa y hace.

“Somos la consecuencia del mestizaje”

— Dices que los artistas sacáis “belleza de lo peor”. ¿En un clima de tanta polarización es cansino exponer belleza y que se lea confrontación?

— Los artistas sacan el lado positivo de las cosas, se fusionan, se mezclan. Los artistas siempre piensan en lo bello de las realidades que nos rodean, en el amor, en la vida. Los demás planos son muy secundarios y están muy distantes de mi manera de concebir cualquier trabajo creativo. Embellecer el mundo con obras humanas que merezcan la pena me parece una contribución muy potente para sanar las heridas que también son propias de nuestra naturaleza.

— Este musical busca celebrar “una historia de amor entre Malinche y Hernán Cortés y la diversidad que nace de ahí”. ¿Malinche nos cuenta que el mestizaje es una cura contra el odio?

— Hoy somos la consecuencia del mestizaje. Saberlo, asumirlo y valorarlo nos convierte en sociedades mejores y, probablemente, incentiva la acción de gracias y la disposición a pedir y aceptar el perdón.

— Has explicado varias veces que Malinche “es la mujer con más impacto en la construcción de América” y que es “símbolo del encuentro, no solo por dar a luz al primer mestizo reconocido. No olvidemos que fue una de las grandes precursoras del cristianismo. Para ella, ser bautizada se convirtió en signo de libertad”. ¿América y el cristianismo son la misma historia?

— Es espectacular que los españoles le dieran el tratamiento de Doña a una esclava en aquella época. Fue una figura femenina en un mundo de hombres muy bestia que logró sobrevivir y dar solución a problemas que hubieran sido mucho más violentos. La Malinche fue una de las mayores propulsoras del cristianismo. Una de las cuestiones positivas que ocurrieron tras la llegada de los españoles a las tierras americanas fue la declaración de derechos humanos que se hizo en Salamanca y, sin duda, el desarrollo de la cristianización y los consecuentes sublimarbautismos. A partir de entonces, las personas ya tenían un carnet de identidad y un estatus más respetado que hacía que las muertes violentas y los sacrificios ya no fueran tan impunes. Cada uno de estos avances son pasos decisivos en la consolidación de la progresiva socialización del nuevo mundo.

“Siempre he tenido un lado bastante espiritual que me ha ayudado a hacer frente a mi parte canalla, que también es muy potente…”

— ¿Nacho Cano es su inquietud espiritual siempre palpitante?

— Para mí es imposible no tener fe. Cuando rebobino mi historia profesional y personal, concluyo que Dios ha sido maravilloso conmigo. Siempre he tenido un lado bastante espiritual que me ha ayudado a hacer frente a mi parte canalla, que también es muy potente…

— Leo con detalle tu letra de Te busqué, que es de 1986, para Mecano: “Te busqué en el oro y el placer / y en el cuerpo de alguna mujer. / Te busqué en las drogas y el alcohol / y en los vicios y en la corrupción. / Te busqué en los templos de oración / y en los libros que hablan del amor. / Te busqué por toda la ciudad / y en el pozo de la soledad. / Te busqué en el corazón: / allí estabas tú en un rincón. / Te busqué en el corazón / y en silencio oí tu voz”. Esta letra la podría haber compuesto san Agustín…

— Te busqué es una canción en la que uno se encuentra consigo mismo. Ana tenía una voz increíble y cantaba este tipo de historias mejor que nadie. También hicimos Hermano sol, hermana luna, una canción inspirada en la vida y en las enseñanzas de san Francisco de Asís.

— ¿Es difícil reconocerse públicamente cristiano en el podio de la cultura, o cuando hay prestigio profesional todo es posible?

— Decir la verdad siempre es posible.

“He aprendido a vivir con la ilusión y la emoción por delante. Me mueve lo que no es tangible”

— Has vivido en Miami, Londres, Madrid… y estuviste cinco años en Calcuta y la Madre Teresa te cortó el pelo. ¿Qué buscabas entre los pobres y qué encontraste para siempre?

— No buscaba nada. En mis años de éxito con Mecano estábamos constantemente rodeados de miles de personas, abrigados de cifras escalofriantes, y salpicados de halagos, aplausos y parabienes. Yo tenía la inmensa necesidad de empaparme de otro tipo de ambientes para poder componer. Viajé a la India y, lógicamente, aquella experiencia me tocó el corazón. Conocí a la Madre Teresa de Calcuta, y también estuve en un monasterio budista. Ahí leí que el Dalai Lama había escrito que se había pasado la vida coleccionado mecanos…

— Hablando de melenas cortadas, se me viene a la cabeza otra canción que podría haber compuesto santa Teresa de Ávila. La letra es tuya. Se titula “J.C.” y en un momento dices: “Colgado de los palos / y amarrado por los pies y por las manos. / Me pregunté quién lo pudo hacer. / Trepé por la madera. / Y aparté de tu cara la melena, y te besé. / Tres palabras rotas se escaparon de tus labios: Tú, Tú y yo, tú y yo, tú y yo”. ¡Es mística pop!

— En esa letra queda esculpida mi visión de Jesucristo como un amigo que siempre está ahí, que es en lo que creo.

— Dices: “Yo he vivido siempre de lo que no es tangible”. ¿El artista materialista hasta dónde llega?

— Hay una edad en la que el éxito y la fama te pueden hacer materialista, pero los valores personales acaban siendo definitivos. Voy más allá en esta contestación: el dinero sirve para no tener que pensar en el dinero. No sé qué te dirán otros artistas, pero si hay una cosa que yo he aprendido en la vida es a saber vivir con la ilusión y la emoción por delante. Eso, amigo mío, no es tangible.

“Los artistas tenemos que sublimar la realidad y llevarla al mundo de la magia”

— Has trabajado en Malinche para convertirlo en “el mejor musical del mundo”. Tu propuesta es que esté sobre los escenarios unos cuantos años, y profetizas la posibilidad de que el espectáculo te entierre… ¿La cancelación mediática afecta o pueden más la autenticidad y el trabajo bien hecho?

— El tiempo y el público dirán si Malinche es el mejor musical del mundo. Lo que tenemos clarísimo todos en este equipo es que en estos momentos no hay un espectáculo así en ninguna parte de Europa, y creo que en ningún otro rincón del mundo. Lógicamente, te puede gustar más o menos, pero el nivel de la propuesta es de una envergadura muy particular. Nosotros ofrecemos excelencia. Al final, los artistas tenemos que sublimar la realidad y llevarla al mundo de la magia.

No sé si Malinche me enterrará o no [risas], pero sí estoy seguro de que ya nunca le dedicaré tanto tiempo a una sola obra. Sobre el tema de la cancelación, solo digo a quienes me atacan que estoy pagando 150 nóminas con mi musical. Si hay algo más socialista que eso, que me lo cuenten.

— Comentas que la vida de un artista es “como un cometa que se quema al entrar en la estratosfera”, que es “muy bonita”, pero también “muy sacrificada”. Yo creo que la cultura que da lo mejor de sí mismo hasta la extenuación está mucho más comprometida con la sociedad que la que solo se queja, solo llora, y sobrevive en la mediocridad entre pancartas.

— Llevas toda la razón, pero la vida del artista realmente es así: uno se funde en el universo mental de la gente y da lo mejor de sí mismo. Siempre he intentado darme sin medida. En Mecano no publicábamos los discos hasta que no estábamos convencidos de que el resultado final de las canciones era el óptimo. Para nosotros todo era como la primera vez, y así ha sido luego en mis discos en solitario y ahora, con los musicales. Por supuesto, me encantan los halagos de los fans, pero eso no hace que me siente en un sillón a esperar ni me lleva a pensar que lo tengo ya todo hecho. Mi compromiso cultural con la sociedad sigue siendo total y absoluto.

— ¿La música es tu holocausto, en la tercera acepción de la RAE: “Acto de abnegación total que se lleva a cabo por amor”?

El término “holocausto” quizá suena exagerado, pero sí es un acto de creación de amor, de ilusión, y de deseo de aportación positiva.

— ¿Y aspiras a algún cielo después de esta “abnegación total por amor”?

Aspirar a lo más alto es un deseo muy artístico y muy humano.

— Cantan tus músicos en Malinche a pleno pulmón: “México grande, libre, mágico mundo nuestro”… Gracias por la magia. ¡Que vaya bien la conquista de los escenarios del planeta!

Muchísimas gracias. Me hace especial ilusión saber que esta canción esté gustando a la gente.

Álvaro Sánchez León

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